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domingo, 18 de octubre de 2009

En su mente y en otra parte de su cuerpo quedó el secreto

"Y LO HICE CON DOS HOMBRES"

El caso que relato a continuación es uno de esos que se encuentran en el subconsciente de muchas mujeres. Para algunas el punto queda en el umbral de las fantasías, para otras no. Si coincide lo apetecible del deseo desenfrenado, los protagonistas indicados, el ambiente y el momento oportuno, podrá cumplirse. Por supuesto, hará falta la mujer atrevida que quiera hacerlo, al mismo tiempo, con dos hombres. Y esa mujer existe, se llama Mariam. La historia de hoy trata de dos hombres y una mujer, más bien...de ella y dos hombres.
Para que los lectores puedan tener una idea de quiénes estamos hablando, empecemos por describir a Mariam. Una joven de 27 años, de piel morena, de ojos color café, cabello negro y largo, de labios carnosos, de sonrisa fresca. Mariam posee un cuerpo atractivo, muy latino, cintura delgada, buen trasero, buenas tetas. Pero su punto fuerte está en su perfil psicológico: la franqueza con la que habla de cualquier tema, confrontadora, retadora, liberal. Según sus propias palabras: "nunca dejo de darme el gusto que quiero, no me inhibo de nada".
Los hombres de este relato: Tomás, un chico de 32 años, de buena presencia, un hombre común. Tranquilo de proceder, pensador, reflexivo. Tomás mantenía una relación informal con Mariam, algo de eso que llaman "sin compromiso". Pero eran pareja, aunque sin duda quien dominaba la relación era Mariam. La tercera persona es Fredy, amigo de Tomás, más joven que éste. Con la cultura del gimnasio, con la mente puesta en su físico, de obvia apariencia atlética, además con dotes de galán irresistible, según él. Bien, ahora falta añadir el deseo, la fantasía contenida y la vía para cumplirla.
Mariam era una estudiante universitaria, que por cuestiones de comodidad e independencia, había decidido arrendar un apartamento pequeño, tipo estudio, en plena ciudad. Un lugar ideal, para estar tranquila, lejos de la disciplina y control de sus padres. Eso sí, vale decir, que su vida no era desenfrenada en exceso, tanto estudiaba y hacía sus deberes, como que a veces, también, se daba algunas libertades propias de la juventud hambrienta de diversión.
Cierto día, domingo para más señas, Mariam había terminado de repasar algunos temas pendientes relacionados con sus estudios. Sentada en su cama, decidió hacer una llamada a Tomás para que se acercara a su al apartamento y charlar y ver tele un rato, ya que estaba aburrida. Mientras esperaba a su ocasional amante, Mariam fue a la nevera, tomó una lata de cerveza y para refrescarse, y de un viaje bebió la espumosa. Fue a su cuarto, se puso más cómoda de ropa, una camisa que Tomás dejaba en el perchero, de manera de tener cómo cambiarse en caso de quedarse hasta al día siguiente, cosa que frecuentemente sucedía. La camisa, le quedaba a Mariam, más parecida a un vestido corto, pero sin duda, le daba un toque más provocativo, ya que debajo de la misma sólo había ropa interior. La mesa estaba servida para un encuentro sexual más. O más bien, la mesa estaba casi servida, porque en cuestión de pocas horas la lujuria desenfrenada de Mariam entraría en escena.
Tomás llegó al fin. Mariam le abrió la puerta y le estampó un beso en la boca, más bien un beso tierno, de bienvenida pues."Estás muy provocativa, Mariam", dijo Tomás. A lo que Mariam respondió: "Siempre, querido...siempre lista, una nunca sabe". Ella busco unos tragos en la cocina, al tiempo que Tomás iba directo al cuarto.
Al cabo de cierto tiempo de estar ambos poniéndose a tono, entre tragos y conversa amena, el teléfono celular de Tomás interrumpió el momento. Era la inoportuna llamada de Fredy, tratando ubicar a su amigo Tomás. "Estoy ocupado amigo, estoy en casa de Mariam, mejor nos vemos mañana..." fue la respuesta de Tomás. Pero justamente en plena conversación telefónica entre Tomás y Fredy, la mente de Mariam estalló en malos pensamientos, en cuestión de segundos y mientras miraba a Tomás, su rostro fue dibujando la expresión de una "chica mala". Entonces, intervino: "Mi amor, no importa dile que venga, total tú y yo ya habremos terminado la tareíta pendiente". Tomás, no de buena cara, terminó por decirle a Fredy que se acercara al apartamento de Mariam. La joven, transformada en diablita, ya había maquinado la manera de cumplir su inquietud: "Qué se sentirá hacerlo con dos hombres al mismo tiempo". Ese pensamiento alzaba vuelo ya.
Calculado bien el tiempo, con mente fría, Mariam fue alargando su pasión en la cama, Tomás desenfrenado buscaba acabar antes de que su inoportuno amigo apareciera. Mariam, todo lo contrario. Se contenía, se reprimía, se dominaba. Entonces sonó el esperado timbre. La llamada a la puerta separó los abruptamente los cuerpos desnudos de Mariam y Tomás. "Anda, ábrele la puerta a tu amigo mientras yo me pongo la camisa y me arreglo un poco", dijo Mariam. Ya estaba Fredy en el sofá de la sala conversando con Tomás, cuando Mariam, ya más compuesta de su libido, salió a saludarlo. Ahora, el plan seguiría su curso. Al cabo de pocos minutos, Mariam regresó a la habitación y dejó a los amigos hablando. Ella se sentó en la cama, pensando con malicia y decidió llamar a viva voz a Tomás. Su intención era reiniciar su la pasión en la cama, pero esta vez con el añadido de un testigo en la sala...quién sabe si acaso un vouyerista creado por ella misma, o tal vez un invitado más a la cama. Su plan ya iba bien. Cuando Tomás entró al cuarto Mariam lo esperaba desnuda y de pie, muy cerca de la puerta. Ésta no dejó que Tomás cerrara la puerta, a pesar de la insistencia del chico. Mariam aceptó dejar la puerta entreabierta, como acordando entre ambos un pacto. Tomás le hizo caso, considerando que su amigo en la sala entendería la incómoda situación.
Tomás la abrazaba y la besaba mientras acariciaba desesperado la espalda desnuda de Mariam. La lanzó a la pequeña cama, y comenzaron a intercambiar lenguas como locos, las manos de Tomás iban y venían a la hambrienta vulva de Mariam, los dedos inquietos abrían de forma intermitente los labios de la vagina de Mariam, al tiempo que todo aquello se iba mojando de mujer más y más. Entonces Mariam elevó intencionadamente el volumen de sus gemidos. Ya en la sala, Fredy abandonaba la incomodidad para convertirla en curiosidad. Sabiendo lo que sucedía en aquel cuarto, se paró del sofá y se dirigió discretamente a la puerta entreabierta para echar un vistazo. Su miembro comenzaba a inquietar a su pantalón.
Mientras Tomás le succionaba un pezón a Mariam, como queriendo arrancarle el alma, Mariam desesperada le quitaba los pantalones y los calzoncillos, buscando sentir con sus manos la tiesa envergadura de su hombre. Eso sí, estaba clara que su excitación venía creciendo en la medida que pensaba que otro hombre, afuera en la sala, se estaba imaginando lo que a ella le estaban haciendo. Entonces gemía más.
Mariam ya tenía a su hombre completamente desnudo, lo convidó a que se pusiera de pie, y lo ubicó de manera que ella quedara viendo hacia la puerta, pues había pillado ya la mirada curiosa de Fredy. De rodillas ella, contempló por segundos aquella cosa toda parada, inflamada y dura de Tomás. No lo pensó dos veces y se la tragó hasta donde pudo. Pero su mirada se centró en la puerta como para decirle a Fredy que estaba invitado...que era cuestión de minutos. Fredy ya enterado que le tocaría, abrió la puerta por completo. Un sonido que Tomás conocía. Ahora lo que vendría era del conocimiento de los tres. Mariam se paró y se dispuso a acostar a Tomás en la cama, y éste se percató de la presencia de Fredy en la puerta del cuarto, pero no le dijo nada. Mariam de igual manera se hizo la desentendida y sin rubor alguno siguió la faena. La invitación directa a que Fredy entrara en acción no la iba a hacer verbalmente. No. Se colocó sobre Tomás que yacía en la cama boca arriba, tomó el miembro de éste y se lo introdujo de un envión en la vagina, entonces se inclinó hacia la cara de Tomás para besarlo. Sin embargo su real intención era quedar en tal posición de manera de mostrarle a Fredy sus nalgas abiertas de par en par, exponer el otro punto de encuentro de su fantasía: su ano.
Cuando Fredy vio a Mariam en cuatro patas sobre Tomás, entendió la indirecta y comenzó a quitarse la ropa.
Las gotas de sudor rodaban ya por la frente de Mariam, sólo esperaba sentir a Fredy también. Entonces se llevó ambas manos a sus nalgas y se abrió lo más que pudo. Esa era una inequívoca señal de lo que le estaba sugiriendo al otro invitado al fabuloso festín de carne que se estaba dando en esa habitación. Mientras Mariam se estremecía de placer aún con su torturado agujero, dejaba que Fredy procediera a poseerla por detrás. Primero lanzó un aullido cuando sintió que le estrellaban los pliegues del ano contra la cabeza decidida del miembro de Fredy. Pero se dejó. Entonces al tiempo que se movía rítmicamente sobre Tomás, iba sintiendo cómo se le abría el ano poco a poco. Sintió las manos de Fredy sujetarle por los hombros y supo allí que se aproximaba la entrada total a su cuerpo de un segundo miembro. Se abrazó más fuerte a Tomás y gritó todo lo que tenía. Ya estaba encarnada por detrás. Tomás y Fredy le estaban dando fuego por sus dos agujeros. Mariam se sintió ajena, no se pertenecía, sólo era una hembra poseída por dos machos. Era cuerpo y entrega. Dos hombres la estaban surtiendo de carne y ella lo disfrutaba. Decidió entonces buscar los orgamos, lo de ellos y el de ella. Se puso a menear el trasero con mayor desenfreno, sabiendo que a ese acelerado ritmo el semen de Tomás no tardará en llenarle la vagina...más aún, se disponía a extraerle a Fredy todo el líquido que pudiera. Así fue. Primero Tomás gritó: "Voy Mariam...voy". Segundos después Fredy soltó un gemido final, al momento en que trataba de introducir hasta el alma en el orificio del ano de Mariam. Finalmente, ya sabiendo que los fluidos de sus hombres se esparcían en sus partes íntimas, se estremeció con un temblor único y excitada al extremo se corrió teniendo dos miembros dentro de su cuerpo. Quedó tendida sobre Tomás, mientras que Fredy iba saliendo poco a poco de su trasero, para quedar de rodillas comtemplando aquel espectáculo vivido por pocos.
Mariam pidió a los dos amigos que salieran del cuarto, mientras se reponía de tan alocado momento. La verdad es que sólo quería quedarse unos minutos mirando las sábanas mojadas de sus jugos y del semen de aquellos amantes que le habían cumplido su fantasía. Mariam completamente exhausta, se quedó sentada en la cama, dibujando una pícara sonrisa en su cara, pensando qué otra fantasía le pediría su cuerpo...repiténdose..."ya lo hice con dos hombres".



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miércoles, 30 de septiembre de 2009

Aquella mujer llamada Oriana


Hay mujeres que piensan que el sexo debe ser una consecuencia del amor, hay otras que creen que el sexo es un placer bien llevado, hay quienes saben lo qué es y lo reprimen. Y hay mujeres como Oriana. Sabe qué significa el sexo, conoce, aún cuando su experiencia no sea mucha, que el sexo es instinto y piel, sabe desconectarlo de sentimientos que, aunque nobles y nutritivos para el alma, pueden a veces estar ausentes en un encuentro íntimo. Oriana disfruta, se divierte. Puede ser una insaciable y hambrienta hembra o una inocente, sumisa y decente mujer dispuesta a la entrega. En algunas oportunidades achecha a un hombre cual si éste fuese una presa, lo captura de un zarpazo y lo devora o lo aturde y lo deja tendido, mirándolo con desdén. Oriana es una mujer joven, de cuerpo provocativo, una mujer de tez blanca, de cabello castaño claro, de mirada que irradia, al mismo tiempo, picardía e inocencia. Y ella lo sabe.
El siguiente relato es un ejemplo de esa dualidad, ángel y demonio debajo de una misma piel. Ocurre en una playa, en el ocaso de una tarde, por demás lluviosa, y, por tanto, desértica. bueno, casi desértica.
Caminaba Oriana por la orilla de la playa, miraba cómo sus pies eran arropados por las olas, la leve llovizna confundía la tela de su blusa con su piel, remarcando así sus senos por completo. Llevaba un diminuto short jeans, y sobre su cabeza un coqueto sombrero playero. No parecía tener un pensamiento preciso, sólo paseaba. pero cuando levantó la mirada por unos instantes, todó cambió en su mente. A lo lejos había visto a un amigo de la infancia, un joven apuesto que estaba sentado en una roca. Un chico con el que ella en su pre adolescencia había tenido eso que todos nosotros conocemos como "juegos de niños". En fechas recientes sólo se saludaban con la cortesía propia de unos "conocidos". Pero Oriana, tal como la describimos al inicio, había visto una presa. Poco a poco fue aflorando su instinto animal y fue acechando lo que quería. Se hizo la desententida, preferió hacerle ceer a aquel joven que ella no lo había visto. Calculó perfectamente la distancia y cuando supuso que el chico había quedado a sus espaldas, se sentó a orilla de playa, miró a los lados con la marcada intención de cerciorarse que estaba sola, por lo menos de hacerle creer eso al hombre que a la distancia la veía. Unos minutos después se paró, se desprendió la empapada blusa, y procedió a bajarse el short de forma acompasada. Sabiendo que la miraba alguien, bajó lentamente su pantalón por el lado derecho y luego un poquito más por el lado izquierdo, una y otra vez, poco a poco, sabiendo que mientras lo bajaba así, estaba erectando el miembro de aquel joven espía. Quería volverlo loco de una vez...entonces de un tirón y con todo y blumer, se lo deslizó hasta los tobillos. Quedó desnuda y con sombrero, con su espalda expuesta, con sus nalgas expuestas, fue lentamente caminando al encuentro del mar. Nunca, mientras estuvo el el agua, volteó hacia atrás. Se hizo pasar por la presa.
Al cabo de unos minutos, se giró hacia la orilla, pero no levantó la mirada, miró siempre las olas al tiempo que salía del mar directo hacia donde había dejado su ropa. Al llegar, mirando siempre a la arena, vió que sobre su mojado short estaban los pies descalzos del joven, Oriana fue subiendo su vista, lentamente, para ir descubriendo al hombre, hasta ver que él sostenía en su mano su pequeño blumer, alzó su cabeza por completo y mostró un rubor intencional al verse desnuda frente a aquel amigo de su infancia. Entonces premeditadamente, comenzó a soltar el demonio que quería mostrar. Sin mediar palabras, miró la erección que el chico mostraba por encima de su bañador y, mostrándose hambrienta, ella misma se los bajó por completo, con una de sus manos apretó con firmeza el miembro, comenzo a deslizar su mano de arriba hacia abajo, suavemente primero, más rápido después. Se dejó abrazar fuertemente, pero ella retiró el pecho del hombre con su otra mano, como poniendo una pequeña distancia, como diciendo en pensamiento "yo soy tu dueña". Al cabo de unos minutos, mientras medía en la cara del hombre la expresión que el clímax estaba asumiendo, al calculando el punto máximo de excitación, soltó de su mano la inquieta presa que sostenía. Luego, con aires de soberbia femenina, pasó su dedo índice por el glande mojado del joven en cuestión y se llevó ese mismo dedo a su lengua para probar el sabor de la lujuria. Pero aún faltaba. Ahora quería ser sometida.
Oriana dejó con ganas al joven y salió corriendo hacia la gran roca, la misma en la que momentos antes estaba sentado el chico. Éste no espero mucho, fue tras ella y logró alcanzarla. Oriana se mantuvo parada, pero dándole la espalda al hombre que ya la sujetaba por ambos brazos. Ella se inclinó hacia adelante sólo un poco, buscando que sus nalgas sintieran lo que venía en camino. Ella posó sus manos sobre la piedra y dejó que las inquietas manos del joven le acariciran hábilmente los senos, unos senos que lo tenían loco, logró sentir cómo los pezones se le ponían duros y encendidos. El chico llevó una de sus manos hacia los muslos de ella y entró por debajo buscando humedad, comenzó a rozarle el botoncito del clítoris. Oriana comenzó a gemir. Su cuerpo vibraba incontrolablemente, sus rodillas se doblaban y ya no estaba mojada de agua de mar, sino de sus jugos tibios. Oriana se sintió penetrada por un dedo, el mismo dedo que saldría rápido de su orificio vaginal para ir a parar, mojado y resbaladizo, al orificio de su ano. Ella dejó escapar un grito, mezcla de dolor y placer, el orgasmo se estaba precipitando. Entonces justo cuando su esfínter daba rienda suelta a las contracciones, de un envión el hombre sacó el dedo de su ano y le fue con todo su miembro a la vagina envidiosa de placer también. Bastaron sólo unos pocos minutos para que Oriana, ahora esclava y sumisa, soltara un grito final. Había quedado vencida sobre la roca, boca abajo y vencida...dejando escapar de su vagina algo de semen de quien la acababa de poseer.
Oriana es una mujer vestida para la ocasión, diría más bien, desvestida para la ocasión. Un ángel de piel, un demonio de piel, una mujer que cuando se entrega devora cada poro ajeno que encuentra o se deja toda para ser devorada sin desperdicio alguno. La última vez que la ví, ella estaba sentada en la orilla de la playa, mirando el mar, mirando hacia los lados, como haciéndome creer que ignoraba mi presencia. Yo sentado a su espalda, sentado en una roca...



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martes, 15 de septiembre de 2009

Dos mujeres y un secreto


Revisando mi correspondencia me encontré con una carta escrita por una joven de Caracas, Venezuela, de 26 años y cuyo nombre es Juliette.En verdad lo que llamó mi atención fue la confianza que depositó en mí al relatar una historia que tal vez pocas mujeres que la hayan vivido, se atreverían a contar. Se trataba de un secreto, una fantasía que rondaba su mente y que, según ella, tuvo la fortuna de cumplir. Me pidió, eso sí, que mantuviera sus datos personales en anonímato, sólo me autorizó a usar los nombres que aparecen en su carta: Juliette, el de ella, y Cristina, la otra joven. Dos mujeres y una noche...y un secreto. Reproduzco, entonces de puño y letra la carta de la que hago referencia.
"...y cierto día, mi amiga Cristina me visitó en mi casa, era una de esas noches en que nos teníamos que reunir para poner al día las materias y relizar tareas pendientes. Cristina y yo éramos compañeras de curso, sexto semestre de Comercio Exterior. Una compañera muy coqueta, muy linda para más señas, muy traviesa con los chicos que siempre estaban buscándolas. En fin, una chica normal. Siempre que se quedaba en casa, dormíamos juntas, nos daba la madrugada hablando de sus amoríos y de los míos.Pero esa noche, sucedió algo distinto.Cristina había comprado una ropa íntima muy sexy y entusiasmada con su compra me la estaba mostrando, mientras yo detallaba su panty en la cama y le daba mis impresiones, me dijo: "dame, déjame ponermelas para que veas cómo me queda". Mientras, se desnudaba frente a mí, se me fue, tal vez, dibujando en el rostro algo que siempre había sido curiosidad. Y pienso que Cristina estaba leyendo mis pensamientos. Digo ésto, porque comenzó a quitarse la ropa con mucha picardía. En verdad confieso cierta verguenza al recordar que yo la estaba mirando con lujuria.Ya con su pequeña pantaleta puesta, giró y me dió la espalda, me miró por encima de su hombro y me increpó: "...pero dime algo amiga, estás que no dices nada Juliette". "Ah, sí, claro, bueno te ves muy bien Cristina, muy sexy, el chico que te vea ese hilo dental puesto, moriría de ganas", le contesté.
Cristina vino hasta la cama, se arrodilló sobre las sábanas...y me dijo:"Por cierto, a pesar de que hemos compartido tanto, nunca te he preguntado, cuál es tu fantasía sexual, digo, si es que tienes una". Era una pregunta hecha en una situación ideal para hablar de sexo, pero era una pregunta maliciosa. Yo sabía que dentro de ese ambiente cualquier cosa que dijera era válida. Le miré detenidamente, luego miré hacia el techo, como para hacerle creer que pensaba. Sin embargo, la respuesta ya la tenía y era ahora o nunca la oportunidad de decirla. "Sabes, Cristina, esto que quede en nosotras, tú sabes que a mi me gustan muchos los hombres...pero a veces te confieso que tengo la curiosidad de saber qué se siente hacer el amor con otra mujer". Cerré los ojos creyendo que había soltado una bomba. Pasaron sólo unos segundos y de pronto sentí la respiración de Cristina acercarse más a mi rostro. Sentí sus suaves labios tocar los míos. Cuando abrí los ojos, tenía la cara de ella a tres centímetros de la mía. Entonces me dijo:"Pues, qué curioso Juliette, yo siempre he querido saber exactamente a qué sabe una mujer por allí abajo". En ese instante supe lo que iba a suceder minutos después. Todo estaba dicho. Me paré fuí hasta la puerta del cuarto y pasé las llave. Jamás nuestros padres sospechan lo que puede ocurrir con dos mujeres detrás de una puerta.
Cristina era una mujer, muy sensual, de senos grandes, por lo menos más grandes que los míos, una cintura de chica de gimnasio, unas nalgas paraditas; cabello corto, color castaño, con con algo de tinte amarillo. Constrataba en algo conmigo, yo, delgada de cabello negro hasta los hombros, pero no menos coqueta y traviesa que ella. Y como ya estaba decidido todo, me quité el pantalón sin ninguna pena, me quité todo de un viaje. Fuí a la cama a entregarme a la fantasía de tocar a otra mujer, de averiguar qué se siente ser tocada por la piel suave de otra.
Ya ambas en la cama, dispuestas a cometer pecado, llevé mis senos hasta los de ellas y los froté suave, muy suave, toqué sus pezones erectos con los míos, una sensación eléctrica recorrió mis entrañas. Mientras yo me dedicaba a sus senos, Cristina colocó su mano en mi vulva, la acariaba con ternura, como pocos hombres lo hacen, paseaba sus dedos por mis labios vaginales con una particular delicadeza,tal vez con la delicadeza con la que ella misma trata sus partes. De mí bajaban chorros de líquido, por lo menos eso sentía, jamás me había sentido tan mojada. Sentí, un dedo perforar mi intimidad, me sentí poseída por mi amiga. Busqué su boca para besarla desesperadamente, pero ella esquivó mi boca, lo hacía no como rechazo, sino para provocarme más. Entonces me tomó violentamente la cabeza y me la acercó hacia su cara, me besó con pasión desenfrenada, aprovechando la oprtunidad de profundizar más sus dedos en mi entregado orificio. Pero era una batalla compartida, no había ni pasivas, ni activas. Ahora me tocaba a mí. Invertimos nuestros cuerpos. Era la típica posición del llamado número 69. Abrí lo más que pude mis piernas sobre su rostro. y me imaginé las ganas con las que Cristina comería mi intimidad, al mismo tiempo yo comenzaba a pasear mi lengua por su clítoris expuesto. El sabor que entraba a mi boca, suponía yo, era el mismo que yo le entregaba a ella. Mientras más se dedicaba ella a mí, más frénetica me volvía yo.Me acariciaba la entrada del ano, buscando volverme loca, o tal vez, intentando que con mi locura, la volviera loca a ella. Ese era el juego. Sentí cómo endurecía sus muslos, aguantando el orgasmo que ya venía en camino. Pero insistí con mi lengua hasta que lo soltara. Escuché su alarido, para que segundos después, su lengua me penetrera un poco. Entonces fuí yo la que no aguantó más. Y luego, me dejé caer entre sus piernas. Vencida yo, vencida ella. Volví a su boca buscando el beso tierno y lo encontré. Sabíamos ambas que habíamos hecho una locura. Nos miramos como diciendo que ya estaba bueno. Nos miramos sabiendo que jamás hablaríamos de lo sucedido. Nos quedamos abrazadas unos minutos, mirando al techo, sudadas y cumplables. Ella había probado el cuerpo de Juliette y yo, Juliette, había probado el sabor de Cristina.
Al cabo de unos minutos me dijo:" Juliette, qué locas somos...tenemos examen Economía mañana a primera hora".
En fin, nunca más tocamos el tema, jamás se volvió a hablar de fantasías. Hoy estoy casada con un hombre a quien adoro, y tengo dos preciosos niños. Cristina...es mi mejor amiga aún. Pero ambas sabemos que existe un secreto. Ya no tan secreto, pero quizás sea la fantasía o el secreto de otras."

jueves, 27 de agosto de 2009

...ESE SABOR A MUJER EN SU BOCA

Denisse era, vestida, una joven de apariencia normal, una profesional, ejecutiva media de una empresa aseguradora. Una chica con su día a día. Pero se preguntarán porqué coloqué el inciso vestida. Pues resulta que la mente suele desvestir instintos que sólo pueden expresarse en la más completa desnudez. Ese era el caso de Denisse.

Eran las 5:38 de la tarde, recién había finalizado la jornada laboral, en su oficina ya no quedaba nadie, sabía que la mayoría del personal se había ido. Se recostó en la silla suspirando y mirando hacia el techo. De pronto su rostro fue cambiando poco a poco, pasó de la serenidad a la malicia, dibujó una sonrisa pícara y de inmediato y con un impulso rápido se subió la falda y comenzó a acariciarse los muslos, abrió un poco más las piernas y por encima de la tela de su ropa íntima, empezó a girar suavemente su dedo medio justo alrededor de su clítoris. Cerró los ojos como buscando inspiración en alguna vivencia o en algún deseo no cumplido. Entonces, como cuando el mar es estremecido por una tormenta, una ola de placer fue recorriendo todo su cuerpo. El fuego había iniciado la tarea en aquel cuerpo de piel morena.

Su urgencia física no podía aliviarse de forma tan simple. Se paró de la silla, y deslizó su pequeña prenda íntima. Había entendido, como hembra joven que era, que un sencillo manoseo por su entrepierna no sería suficiente para calmar sus ansías. Se abrió su camisa, se quitó el sostén y se contempló por unos segundos. Denisse estaba orgullosa de sus senos, de su pubis, por cierto, todo hecho piel, sin vestigio alguno de vellos, estaba orgullosa de sus nalgas, firmes y levantadas, pero con ese típico movimiento que le da el ritmo de mujer. Volvió a sentarse y esta vez su mano se dirigió al centro del placer, buscándose sus sonrojados y húmedos labios vaginales .Con la otra mano llevó de nuevo su dedo al clítoris y se estremeció en jadeos.

Pero Denisse no se percató de que alguien había abierto lentamente la puerta, un compañero de trabajo que de vez en cuando la acompañaba a su casa y venía por ella. Un hombre que, sin duda, la pretendía sin obtener mayores resultados. Él la miró impresionado, hizo un entendible e interesado silencio, mientras ella se consumía así misma con los ojos cerrados y completamente desnuda.

De repente, Denisse abrió los ojos como buscando aliento y con lógico impacto se quedó mirando a Joan, su compañero de trabajo. No había forma de esconder la vergüenza, toda ella estaba expuesta y sin excusa. Asentando su cabeza, invitó sin palabras al joven a dar unos pasos al frente…y luego ella bajó su mirada hacia su vulva entreabierta ofreciéndole a Joan un manjar inesperado. De rodillas, y sin pensarlo dos veces, Joan cayó para llevar su boca y su lengua hasta las profundidades de aquella piel que despedía fuego. Ella aferró sus manos a la silla y se estremeció frenéticamente, mientras la punta de la lengua de Joan daba vueltas suaves sobre su clítoris…suave al principio, rápido después, suave otra vez, como cambiando el ritmo intencionalmente para volver loca de lujuria a Denisse. Sólo se escuchaba de la boca de ella: “Así, así….ahhhh, ahí, ahí, ahí”, mientras en entrecortados impulsos intentaba levantarse de la silla, por cierto completamente mojada de sudor y fluido de mujer. Entendiendo perfectamente Joan en qué punto del placer estaba ella, giró repetidamente su cara en la entrepierna de Denisse, buscando el último alarido de su voz. Ella colocó sus manos sobre la cabeza de Joan, lo hundió hasta el fondo…y fue soltando el grito contenido que expresa el bestial orgasmo que estaba obteniendo. Joan salió sudoroso de la faena y la miró complacido y satisfecho. Denisse le lanzó un beso desde arriba, en señal de agradecimiento. El día de trabajo había terminado felizmente para ambos.

Ese día, curiosamente, Denisse no quiso que Joan la acompañara a casa, ya vestida abrió la puerta de su oficina y, guiñándole un ojo a Joan, se fue. Aquel joven, no salía de ese sueño vivido, miró cómo la puerta se cerraba frente a él, se paseó la lengua por los labios…y se llevó ese exquisito sabor a hembra excitada, ese sabor a mujer en la boca…tal vez para siempre.

sábado, 8 de agosto de 2009

Sangre en la cama

Dicen que “la primera vez nunca se olvida”, y algo de cierto debe haber, porque luego viene una segunda vez, una tercera vez…una cuarta vez, una enésima vez. Pero nunca la primera vez vuelve. La iniciación tiene sus variantes, hombres y mujeres van al primer encuentro vestidos con la cultura que les rodea y con la dosis de educación que han recibido. El relato que van a leer es una historia sencilla, llena de miedos, temblores, sudores y humedad. Una historia de una chica, un chico y una cama.

Ella estaba dispuesta a la vajilla, se había desprendido de casi toda su ropaje debajo de la sábana, solo quedaba en su cuerpo la parte inferior de su ropa, un diminuto hilo dental dispuesto para la ocasión. Cubriéndose hasta el cuello, miraba a su joven amante con una intensa luz llena de placer por descubrir, en una extraña y entendible mezcla de inocencia y miedo. Su mirada era, al mismo tiempo, una invitación para que él diera los pasos que lo separaba de la cama.

Ella, ya tenía sobre su temblorosa piel el cuerpo completamente desnudo del joven. Él, entregaba un beso tierno en la boca de ella, de Ana, que así se llamaba. Era el principio de un acto que no podía darle paso al preludio de los expertos. Ella, inexplorada toda. Él, con algo más experiencia conocida, por lo menos conocía el calor que da el fuego del sexo.Él fue bajando de la boca de ella al cuello, del cuello al pecho y, como buscando el botón de “inicio”, comenzó a girar su lengua sobre el pezón erecto de ella. Se escuchó un suspiro, justo en el momento que toda la sábana que cubría a la pareja se hizo a un lado. Era la posición ideal para que él procediera con sus manos a deslizar la pantaleta de ella hasta donde los brazos le alcanzaran, quiero decir, hasta los muslos. Lo suficiente como para que ella, con un sutil movimiento de sus piernas, dejara el hilo dental colgando de un tobillo, allí permanecería el resto de la faena.

Ahora desnudos ambos, ella entrelazó sus brazos en la espalda de él, él remontó de nuevo la boca de ella. Abajo ocurría otra cosa. Algo duro y firme de él, rondaba inquieto aquella piel íntima y aún no húmeda de ella. Las piernas de Ana se abrieron a petición de él. Entonces lentamente, el miembro del chico tomó posición, lentamente fue apartando la virginal fisura de la vagina de Ana, luego los labios…lentamente él comenzó a sentir lo tibio, lo mojado de aquella piel. Oportuno momento para que ella soltara, casi inaudible: “Por favor, despacio…sí?, por fa, despacito”. Volvió él a besarla, tal vez buscando distraerla, tal vez buscando romper la súplica recién de ella. Su miembro encontró entrada. Poco a poco se fue perdiendo dentro de ella. Ana soltó la espalda de él para empuñar las sábanas como en desesperado intento por no caer a un abismo. Se le rompía la piel, se le desgarraba el alma. El himen cedió por completo, dejando escapar por las pequeñas salidas que le dejaba el pene de él, un hilo de sangre que bajó por sus nalgas y se fue quedando quieto en la cama desnuda. Ella, ya sentía parte de él en lo profundo de su ser. Él, se había hundido en la historia de ella. Los brazos de Ana volvieron a la espalda de del chico. Y volvió el beso en la boca. Y él, levantó su trasero para salir de ella, eso sí, poco a poco, mientras un quejido tierno dejaba escapar ella., mientras un olor a sudor de piel fue llenando aquel espacio. No hubo orgasmo. Eso parece. No esta vez. Ella depositó su mirada en el techo. Él, cerró los ojos sobre la almohada. Había sangre en la cama.

Nunca más supe de ellos, nunca más supe si el amor los acompañó en un nuevo encuentro. Cada vez que paso enfrente de aquella habitación las luces permanecen apagadas.