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domingo, 13 de junio de 2010



En alguna parte de la mente se esconde la idea de ser sumisa, de ser esclava

Una idea que flota como fantasía,

una idea que quiere convertirse en realidad,


una idea con ganas de esacapar ...y a veces esa idea sale de su escondite

Ante la simple mención de "sadomasoquismo" la mayoría de las personas parecen sentir un rechazo extremo, ya que se la relaciona con actos perversos y en contra de las buenas normas, o incluso muy alejada de lo que es considerado "normal".

Sin embargo, también es cierto que la mayoría de las personas tiene fantasías sadomasoquistas, comenzando por el simple bondage, pasando por palmadas en las nalgas y terminando en lo más extremo: colgarse de aros en la espalda o penetrarse con objetos punzantes, todo eso (y mucho más), a mayor o menor escala se encuentra dentro del sadomasoquismo.

Una fantasía común en casi todas las mujeres es verse sometida, sin importar que tan liberal sea,hay algo en lo más profundo de nuestras mentes que les incita a querer ser dominadas. Lo mismo ocurre con los hombres, quienes regularmente fantasean con verse secuestrados y "abusados" por un grupo de amazonas hambrientas de sexo.

Es un intercambio de poder por consenso que se realiza en una pareja que no necesariamente debe involucrar brutalidad (como por ejemplo, castigo corporal) o crueldad (abuso verbal o emocional). Se basa fundamentalmente en la confianza y la comunicación entre dos personas. También se basa en una ética profunda de respecto mutuo en la que la exploración de las emociones provocadas por un intercambio de poder ocurre de una manera segura, sana y consensuada.


El sumiso cuenta normalmente con una palabra de seguridad para prevenir que el dominante pueda traspasar los límites físicos y emocionales. Esta palabra de seguridad es importante cuando se realizan actividades de humillación o "juegos mentales" porque los sumisos pueden o no darse cuenta del límite emocional hasta que lo cruzan. Si uno de estos límites es superado y el sumiso emplea la palabra de seguridad, el dominante cesará su actividad inmediatamente y charlará este punto con el sumiso en una manera suave y comprensiva



Todo aquello que puede ser...será. La sumisión puede estar presente en el más simple acto sexual, puede estar presente debajo del ropaje del romanticismo, en un simple beso, el el momento del encuentro en la cama. Sucede que mientras se hace el amor, uno debe conducir "el carro del placer", los dos no pueden manejar el mismo tiempo. En instantes, la mujer se deja hacer, es la sumisa, en otros, el hombre se deja, asume el rol de sumiso. En el caso que nos ocupa, la sumisión intensa y prolongada y en la que se mezclan juegos y elementos ajenos al cuerpo humano, es a veces una fantasía y a veces una realidad que debe fijar límites. Si es así, no hay nada que temer. Posiblemente Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, pueda dar mejores explicaciones del origen de tales situaciones. Nosotros sabemos que existe. Pero, cuidado, el sumiso puede tener el poder siendo sumiso.

Las historias son muchas, relatemos aquí un testimonio de lo que una mujer puede en un momento dado tener en su mente. Claudia Sanetti, de Córdoba, Argentina, 27 años, dice: "Será tonto, pero una de mis fantasías mas frecuentes, es que venga un hombre que conozca y me vuelva loca y me viole, donde sea, da igual, en un callejón oscuro en mi casa, hasta en una librería. Que me sorprenda por detrás que me ponga esposas o me ate, que me ponga su mano en mi boca para callarme y que me coja, que me haga daño, que me haga sufrir y que no pare nunca de acabar en mí, que me haga de él, como quiera y por donde quiera, realmente ser sumisa de su deseo y luego que me rapte y me ate a su cama para satisfacerse cuando quiera, al estilo de la película “átame” de Almodóvar, pero que me dé todos los gustos, que me tenga como una reina o como una esclava, pero sólo para él." Tal vez esa idea se quede en su mente nada más...tal vez algún día se cumpla la fantasía con algunos "acuerdos" establecidos con su pareja.

Pero, el caso que a continuación les presento, sí sucedió. Patricia, joven venezolana de 29 años, tenía una idea en la cabeza desde hace tiempo. Ser atrapada en su habitación, sin escape, desvestida con cierta rudeza, quería sentir que sus ropa íntima era quitada de un tirón, verse desnuda, indefensa. Así sucedió, un día que su pareja la fue a visitar a su casa, ella estaba sola, sabía lo que quería que le pasara. Paty, como le llamaban, había comprado un collar, de perro, había comprado unas esposas también en un sex shop.


Vestida con una franela corta y unos hot pants extremadamente cortos y muy sexys, se colocó el collar y puso las esposas en su cama. La escena estaba servida, su vagina iniciaba a soltar lentamente jugos de su interior, el clítoris asumía su típico palpitar. Faltaba únicamente que entrara su hombre.

Entonces se abrió la puerta del cuarto, su novio la vió, supo cuál era el rol que le tocaba. Patricia se echó al piso, se puso en cuatro patas, se acercó al chico y comenzó a lamerle los zapatos. Así mostraba que estaba lista para todo.
Augusto, el chico, dejó salir su inquieto miembro, tomó el collar que sujetaba a Paty del cuello y lo estiró para acercarlo hacía su pene, la boca de ella se abrió golosa y fue directo a tragarse todo lo que pudiera entrar en su garganta. El chico hundía la cabeza de ella para darle todos los centímetros de lujuria que pudiera. Una y otra vez, hacia adelante y hacia atrás. Sólo se escuchaba el sonido que producía tan bestial mamada. Suficiente ese inicio. Él la llevó a la cama, le colocó las esposas, la puso de espaldas y comenzó a darle nalgadas, le bajo violentamente el short, le abrió las nalgas lo más que pudo e introdujo su dedo mojado de saliva, entonces, ella soltó un grito, bajó el tono y convirtió el grito en gemidos de placer. Luego la tumbó en la cama, ella cayo boca abajo, esposada, con la ropa íntima aún a la altura de las rodillas, él se montó sobre ella, le tapó la boca en una mano, mientras con la otra le abria los glúteos para penetrarla por detrás. El ano de ella, humedo de saliva, se resistía, no cedía ante la presión de aquel miembro, ella se movía buscando negarse, pero ese mismo movimiento permitía poco a poco la penetración. Él supo que ya la tenía, y de un envión le fue con todo, ahora el sonido que se oía era el de las nalgas de ella golpeando los muslos de él en cada viaje que hacía el pene hasta el fondo de su recto. Tan violenta fue la entrada a al ano de ella, como rápida la salida. Pero aún el semen aguardaba su protagonismo.


El joven se quitó la ropa por completo, quedó desnudo para ella. La colocó boca arriba, mientras ella se mostraba desesperada, hambrienta de más sexo. Entonces Patricia abrió las piernas para ofrecer su vagina mojada. Pero él sólo se aproximó a la vulva y dejó sólo su respiración cerca de aquella piel, eso la excitaba más a ella. Pedía lengua y no le daban. Se moría de ganas. Al cabo de minutos de súplicas, recibió lo que pedía. Hubo un momento en que ella estaba por correrse y pidió que parara, pero él no hizo caso, aceleró su lengua y la hizo estallar. Después se montó sobre ella, la beso desenfrenadamente y le hundió de un viaje el pene en la vagina, sólo los testículos quedaron fuera de aquel orificio. Él no se aguanta el corro de semen que se precipitaba, salió de ella, buscó su cara, aprovecho que ella estaba esposada y que no podía esta vez evitar probar su semen, le tomó la cabeza y le metió su pene en la boca, ella se resistía, pero en el fondo de su mente, sabía que era ahora o nunca, cedió un poco, justo para que su chico, su dueño, su amo, le soltará todo su líquido dentro de la boca. No la dejó escapar de eso. Él se deslizó en silencio por el cuerpo de ella, la acarició con ternura, la volteó y le quitó las esposas. La liberó.

Al cabo de varios minutos, luego de estar mirando satisfechos el techo de la habitación, ella se sentó sobre la cama y terminó por fin de quitarse la ropa. Se limpió con la sábana el semen que aún quedaba en su cara y estampó un beso en la boca de su novio.

Entonces, la pareja inició otra escena de amor, esta vez suave, tierna, sexo sereno. Una paz inundó la habitación, pero en el piso habían testigos mudos de la batalla anterior: el collar de perro, las esposas, la ropa íntima mojada.

Si alguna vez te encuentras frente a la puerta de la sumisión sexual como una fantasía posible, no te detengas, entra, entrega el cuerpo al puro placer, deja sentir ese cuerpo cada toque, déjate estremecer con la lujuria que aflora, eso sí, debes saber cómo salir por la misma puerta.










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