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domingo, 21 de febrero de 2010


Esa piel, ese sentir que se ha hecho recuerdo

A veces lo erótico se encuentra justamente en el dar, en la entrega sutil de una mirada, de un gesto, de una propuesta, del toque indirecto de una caricia o en puro pensamiento que trae la atracción de los seres que quisieran amarse o se han amado ya. Lo erótico no siempre es explícito, todo lo contario, generalmente lo erótico se va por los caminos de al lado. En esta oportunidad le ofrezco el viaje de un poema para la elevación pura del sentir femenino, lo sublime de una mujer de cuerpo, alma y sentimiento, con el vuelo del hombre por cada espacio de su fascinante mundo.


Te descubro y me haces libre
Era un territorio desconocido, un espacio no explorado aún por mi andar
Era un mundo de planicies, de montañas, de bosque y desiertos a la vez
De caminos que llevaban a la locura, rendijas y cuevas húmedas y tibias.
Y entonces subí hasta la cima y dejé un beso en arriba como señal de haber llegado
Y fui bajando lentamente, jadeando algunas veces, respirando acelerado luego.
Y me quedaba extasiado para guardar en mi memoria cada poro que encontrara.
Remonté sus senos con ternura, coloqué en sus pezones mi desesperado aliento.
Y caí resbaladizo por desde sus pechos hasta lo más plano de su ser
para buscar sus abismos.
Me detuve cerca del ombligo de su cuerpo, en la mitad de su alma
Y sentí sus temblores, como la tierra cuando se estremece desde adentro
Allí me quedé quieto unos segundos antes de seguir el viaje. Muy quieto.
Poco a poco, un olor a mujer me fue invadiendo el sentimiento de amar
Y me desprendí desde su vientre hasta encontrar lo más suave de su piel,
Me acomodé en sus aguas, y mi sed se fue saciando de ella, de su sabor,
de su amor, de su locura palpitante.
Entregué mi lengua a la lujuria, entre a una caverna suave y temblorosa
Mientras más la conocía por dentro, más se movía ese mundo de ella.
Palpé con mis dedos cada pliegue, abrí su flor con ternura de hombre
La invadí toda hasta traspasar las fronteras de su espacio.
Recorrí sus accidentes, con mi mirada, con mis manos, mis dedos, mi boca, mi aliento y mi beso.
Enloquecido ya, regresé al polo norte de ella.
Un escalofrío penetró mi cuerpo al ver su rostro extasiado de placer.
Atrás dejé el pudor, dejé la pena.
Mientras entraba ella moría para nacer.
Y así muy adentro de aquel mundo, en lo profundo
No la fui conquistando
No, la libertaba
La hacía libre para amar
Para sentir
Para volar
Y volé con ella
Y morí libre sin llorar
Morí libre dentro de ella.
Fue su cuerpo, fue su piel.
Fue su sueño con el mío
La entrega, el encuentro de su ser
El olvido de mis fríos
Hoy, después del tiempo pasado
Siempre veo desde lejos
Aquel mundo ya ajeno
Con certeza que fue amado.
Comentarios y sugerencias a: luisalbertpluhotmail.com

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